09 Feb Un año sin trabajar por la pandemia
Falta poco más de un mes para que se cumpla un año del estado de alarma en España y para miles de empresas y trabajadores parece haberse detenido el tiempo. Profesionales ligados al sector servicios acumulan cerca de doce meses seguidos en ERTE, en cese de actividad o sin apenas facturar.
Casi un año sin poder trabajar. Solo en Catalunya, más de 52.200 personas continúan en ERTE de forma ininterrumpida desde marzo pasado, el 30,5% del total de afectados por un expediente de regulación temporal de empleo en esta comunidad a día de hoy, según UGT Catalunya.
El Ministerio de Trabajo, el de Inclusión y los sindicatos estatales aseguran desconocer el número exacto de personas que se encuentran en esta misma situación en toda España, aunque fuentes de los agentes sociales calculan que superan una cuarta parte de los 739.000 empleados incluidos en un ERTE actualmente, la mayoría pertenecientes a la hostelería y el turismo.
La crisis de la covid ha hundido este sector clave para la economía española, de forma que su peso en el PIB ha retrocedido a un 4,3%, arrasando empleos y empresas. Ahora, este sector económico vuelve a la casilla de salida, pendiente de la campaña de vacunación del coronavirus y de las nuevas ayudas que ultiman las administraciones.
Algunos de los afectados reclaman aquí alternativas para recuperar la actividad laboral perdida hace ya un año.
Jordi Martí
Propietario de la agencia de viajes Traveltec: “No facturamos nada, pero sigo pagando la cuota de autónomo»
Deshacer vacaciones es la antítesis del negocio de una agencia de viajes, pero a eso se tuvo que dedicar Jordi Martí, propietario de la empresa Traveltec, en Lloret de Mar, tras la declaración del estado de alarma el pasado marzo.
“El trabajo de los días posteriores consistió en anular todas las operaciones que habíamos cerrado en invierno, cancelamos todos los viajes programados para el 2020, recuperando depósitos de los hoteles para devolverlos a los clientes, fue una auténtica locura, un shock”, recuerda Martí.
De mover miles de viajeros al mes y ser una empresa viable, pasó a tener cero clientes, y no ha logrado recuperar uno solo en este tiempo. “La actividad de la agencia ha sido nula desde hace casi un año”, lamenta.
Ni siquiera la reapertura de julio supuso un respiro. “Siempre hemos trabajado con turoperadores, así que intentamos traer grupos en verano, pero no cuajó ninguna operación, el negocio del turismo internacional ha estado prácticamente paralizado”, comenta.
El año pasado la llegada de viajeros extranjeros a España disminuyó un 77%, un descenso que ha impactado con especial fuerza en Catalunya, muy dependiente del visitante internacional.
El 80% de ingresos por turismo en esta comunidad procedía de los viajeros extranjeros antes de la pandemia (21.000 millones de euros). Una fuente de financiación que este último año se ha secado, contribuyendo al descenso histórico del PIB catalán en el 2020 del 11,4%.
Lucharemos a toda costa por la viabilidad de la empresa
Martí se muestra muy cauteloso sobre las perspectivas para el 2021. “Lucharemos a toda costa por la viabilidad de la empresa, abriremos nuevas líneas de negocio enfocadas al cliente de proximidad, aunque ni por asomo podremos recuperar el volumen de actividad anterior a la pandemia”, asume.
De momento, los diez trabajadores que tiene en plantilla siguen en ERTE y él continúa pagando impuestos “pese a no facturar nada”.
Las ayudas públicas son totalmente insuficientes
“Las ayudas públicas son totalmente insuficientes, en once meses hemos recibido 5.000 euros y con eso no tenemos ni para pagar nuestra parte de las cotizaciones a la Seguridad Social [las exoneraciones solo cubren un parte de estas], aparte de que sigo pagando la cuota de autónomo, los seguros y los gastos fijos”, añade.
“Ha pasado casi un año y parece que volvemos a estar igual –reflexiona–, no podemos seguir con esta parálisis económica, hemos de buscar alternativas, acelerar el ritmo de vacunación y generalizar los tests de covid en determinadas actividades, es inviable permanecer inactivos tanto tiempo. Necesitamos un plan de reactivación”.
Antonia Sánchez
Trabajadora fija discontinua en la hostelería: “No he podido acceder ni a un ERTE, me he sentido totalmente desamparada”
Antonia Sánchez, de 58 años recién cumplidos, estaba en marzo del 2020 a punto de reincorporarse a su puesto de ayudante de cocina en un hotel de la Costa Daurada, como cada primavera desde hace dos décadas, cuando recibió una llamada de teléfono.
“Me avisaron de que los contratos se paralizaban un tiempo, hasta ver qué pasaba con el estado de alarma, que seguro que para el verano me llamaban de nuevo… aún estoy esperando”, cuenta sin poder contener la indignación.
Forma parte del contingente de empleados fijos discontinuos de la industria turística, formado por más de 200.000 personas en España, según cálculos del Gobierno.
Suelen trabajar de marzo a octubre para cubrir los picos de demanda. Durante esos meses cobran un sueldo y el resto del año viven de ahorros y del paro, que perciben un invierno sí y otro no –necesitan cotizar durante dos temporadas para recibir la prestación por desempleo–.
Sánchez agotó su paro en marzo del 2020 y al no estar contratada tras declararse el estado de alarma, no fue incluida en un ERTE ni pudo cobrar otras ayudas. “Ha sido un calvario, he pasado periodos de ansiedad, me ha afectado psicológicamente, nunca me había sentido tan desamparada”, recuerda.
En este tiempo ella y su marido se han mantenido gracias a la pensión de jubilación de este y a los ahorros, que ya se han esfumado.
El Gobierno aprobó en octubre una nueva prestación extraordinaria para fijos discontinuos sin empleo que no hayan podido acceder a un ERTE, un colectivo que en Catalunya supera las 60.000 personas, indican desde UGT.
“Ya he presentado la solicitud y aún no he recibido respuesta”, dice Sánchez. Vania Arana, portavoz del sindicato Kellys en Barcelona –las camareras de piso en los hoteles–, advierte que el colectivo está también fuertemente afectado por esta situación.
“Muchas llevan sin trabajar y sin cobrar ni un euro desde hace meses”, asegura en medio de una protesta frente a la Conselleria de Treball, donde se concentra cada miércoles con algunas compañeras para reclamar mejoras laborales.
La precaria situación que viven les ha empujado a coordinar un grupo de apoyo, de recogida de alimentos para las más necesitadas y también de elaboración de artesanía con material reciclado para obtener ingresos.
“Estamos al límite”
El mundo hotelero vive una situación sin precedentes desde hace doce meses y aún no ve la luz al final del túnel. “Estamos al límite”, lamenta Jordi Mestre, presidente del Gremi d’Hotels de Barcelona. La ciudad tiene solo abierta el 25% de su planta hotelera, con cien establecimientos, y una ocupación testimonial, del 15% de habitaciones. “El daño que está haciendo para el tejido empresarial y social es enorme, los hoteles damos trabajo a 35.000 personas de forma directa, más todos los negocios que de forma indirecta se nutren del sector”, recuerda Mestre. Ahora esta actividad ha desaparecido y el tan codiciado turismo nacional, el primero que se recuperará, apenas servirá para aliviar la situación, considera.
Los hoteleros viven pendientes de la campaña de vacunación, no solo en España, sino en todo el mundo y en especial en los principales mercados que nutren de visitantes el país, particularmente Catalunya: británicos, alemanes, franceses y, en menor medida pero con un gran potencial, asiáticos.
“No podemos dejar morir un tejido productivo que aporta tanto a la economía, que genera impuestos y aporta a la financiación pública”, zanja Mestre.
Daniel Canals
Gerente de Transportes Canals: “Hay que pasar este trance con el menor daño posible a las empresas”
E 16 de marzo del 2020, de madrugada, Transportes Canals llevaba en autobús hasta el aeropuerto un grupo de 38 estudiantes holandeses que pasaban sus vacaciones en la costa catalana. Debían volver a su casa ante el inminente cierre de fronteras para frenar la expansión del coronavirus.
“Ese transporte es prácticamente el último trabajo que hicimos el año pasado”, afirma Canals, cuya empresa fue fundada en la década de 1940 por su abuelo.
La crisis de la pandemia cogió a esta compañía de transporte de turistas en su mejor momento: “Teníamos buenos resultados, una flota de vehículos totalmente renovada, una plantilla de más de treinta personas…”, dice Canals.
Ahora su situación ha dado un giro de 180 grados. “La facturación del 2020 cayó más de un 95%, ya no quiero ni mirarlo”, comenta. De julio a diciembre pasados, tuvo la misma actividad que en un solo día de temporada alta del 2019.
La facturación del 2020 cayó más de un 95%, ya no quiero ni mirarlo
De los cerca de 40 trabajadores de la compañía, solo siete siguen trabajando y el resto permanece en ERTE. Ahora, tiene puestas todas sus esperanzas en el próximo verano: “La Semana Santa ya la descartamos, contamos con poder empezar a trabajar algo en el segundo semestre del año”.
Después de haber solicitado créditos ICO y fundir ahorros, “la liquidez comienza a acabarse”. “Y no solo sufrimos por sobrevivir nosotros, sino también por nuestros clientes. ¿Cuántos hoteles, cuántos restaurantes, cuántos comercios se quedarán por el camino de estas crisis? Hay que superar el trance con el menor daño posible al tejido empresarial”, sostiene.
Que nos aplacen el pago de los impuestos, que seguimos abonando pese a no tener trabajo
Por eso propone un paquete de ayudas a las compañías: “Si no tenemos recursos para dar subvenciones directas, de acuerdo, pero como mínimo que nos aplacen el pago de los impuestos, que seguimos abonando religiosamente pese a no tener trabajo”.
A pesar de la inmensa incertidumbre que rodea a su sector, Canals continúa siendo positivo: “La industria turística es resiliente y tiene una alta capacidad de recuperación, confío en que cuando pase la crisis, todos hagamos las cosas mejor, generando una ocupación de mayor calidad”. “Eso sí, –añade–necesitamos un acompañamiento”.
Ernesto Iglesias
Tripulante de cabina de la aerolínea Norwegian: “Me preocupan las condiciones laborales tras la crisis”
A Ernesto Iglesias, tripulante de cabina de la aerolínea Norwegian, la declaración del estado de alarma de hace un año le pilló de vacaciones en Tailandia. Tardó tres días en regresar a España debido a la súbita cancelación masiva de vuelos por las restricciones.
Poco podía imaginar que esa sería la última vez que subía a un avión en meses. “Al regresar a España en marzo me metieron en un ERTE y así sigo desde entonces”, relata. El sector aéreo sufre como pocos el rigor de la crisis, con compañías al borde de la quiebra y miles de profesionales en el limbo.
El desgaste emocional es enorme
“El desgaste emocional es enorme, hay profesionales pasando auténtica necesidad; de cobrar entre 1.500 a 2.000 euros al mes como tripulante de cabina, los afectados por ERTE hemos pasado a recibir poco más de 900 euros mensuales, y en el caso de los pilotos la diferencia entre el salario y la prestación de desempleo es aún mayor”.
Iglesias confía aun así en una recuperación del tráfico aéreo tan pronto se levanten las restricciones: “Las compañías se están esforzando en ello”. Como miembro de USO, le preocupan las condiciones laborales que prevalecerán tras la crisis.
Fuente: Maite Gutiérrez Barcelona, La Vanguardia
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