¿Por qué trabajar cuatro días y no tres?, se preguntan la entidad que representa a los trabajadores por cuenta propia, tantas veces sometidos a la autoexplotación. “Cuando planteas una medida, no sólo debes señalar cuántos días reducirás, sino que tienes que explicar si es con el mismo sueldo o si se reduce un 20%, que es lo que disminuye la jornada semanal”. Ante la propuesta del partido de Íñigo Errejón, ATA no deja de cuestionarse la propuesta. ¿Qué pasará con las cotizaciones? ¿Qué hacemos con las vacaciones? ¿Podrán subirse así las pensiones?
“Un autónomo sin empleados ni se lo plantea. Él ya es dueño y señor de su tiempo”, afirma la Federación Nacional de Trabajadores Autónomos. “Y, sobre todo al principio, los emprendedores dedican, según el citado estudio, la mitad de su día a su negocio. La mayoría confiesa trabajar más de diez horas diarias y a veces hasta siete días a la semana”.
Ésa es la realidad para ATA, que —con los pies en el suelo— se ve excluida de una reorganización de la semana laboral, porque apenas un 1% de los autónomos encuestados trabaja menos de 35 horas. Es lo que Javier Andaluz califica como “autoexplotación”, aunque el responsable de Clima y Energía de Ecologistas en Acción recuerda que muchos asalariados del sector hostelero también son exprimidos por sus empleadores.
Horarios extenuantes: ¿un problema cultural de España?
José Luis Casero procura no caer en el tópico y evita los prejuicios atribuidos a razones culturales. “Se puede trabajar más en menos tiempo si el empleado y el empresario reman en la misma dirección. Así podríamos aspirar a una jornada de cinco días productiva y conciliadora”, añade el presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios en España (ARHOE), quien subraya la existencia de varios factores que lastran ese objetivo y que deberían subsanarse. Los “ladrones de tiempo”, situados a uno y otro lado: empleador y empleado.
Ladrones de tiempo
Si trabajamos más horas, pero producimos menos, ¿cuál es el problema? José Luis Casero le echa la culpa a los “ladrones de tiempo”. Unos, externos, como el propio jefe, quien “te obliga a estar presente en tu puesto de trabajo una vez terminada la jornada”. O los compañeros que te lían, añade el responsable de ARHOE, y quienes destinan parte de la jornada a entrar en sus redes sociales o a realizar trámites personales.
“Cuando uno trabaja, debería estar trabajando”, insiste Casero, quien también alude a los ladrones de tiempo internos. O sea, al propio trabajador. “El horario es el que es, por lo que no me parece normal salir dos horas a comer y luego tomarse un café y una copita. Como tampoco procede bajar continuamente a fumar. Son formas de desaprovechar el día, porque en otros países europeos terminan a las cuatro y luego se toman una cerveza, pero antes han trabajado duro. Hay que procurar rendir durante la jornada establecida y terminar antes, porque un empleo no puede comerte la vida personal”, concluye el presidente de ARHOE.
¿Colapsaría los trámites de la Administración?
Los funcionarios del ámbito judicial no ven con buenos ojos reducir un día de trabajo. O, más bien, se plantean otro tipo de mejoras, que consideran más necesarias y urgentes. “En primer lugar, apostamos por la recuperación de la jornada de 35 horas semanales, que ya teníamos y nos arrebataron por la crisis, cuando nos impusieron 37,5”, explica Juan José Carral, presidente de CSIF Justicia Madrid, quien advierte de que con sólo cuatro días “la Administración de Justicia, que ya está colapsada, se paralizaría más”.
“La medida, si no se refuerza con la mejora de los recursos humanos actuales, perjudicaría al usuario, pues mermaría el tiempo de los funcionarios para desarrollar su labor, excepto que fuese una norma ficticia y al final resultase necesario hacer horas extras”, matiza el sindicalista, quien añade que habría que llevar a cabo modificaciones y preservar derechos adquiridos. Por ejemplo, adaptar las guardias y velar por el mantenimiento de los sueldos.
Carral estima que su sector adolece de falta de medios desde tiempos inmemoriales y le echa la culpa a los sucesivos Gobiernos. “Siempre ha ido muy por detrás de las necesidades por varias razones. La Justicia no reporta beneficios electorales ni económicos, como sucede con Hacienda, por lo que no está dentro de las prioridades de los mandatarios. Ese atraso también puede ser deliberado, con el objetivo de ralentizar ciertos procesos”.
El presidente sectorial de CSIF en la Comunidad de Madrid define la Justicia como la hermana menor de la Administración pública, por lo que considera que “la desinversión producida en los últimos años será muy difícil de recuperar”. Aunque cree que la semana de cuatro días sería ineficiente, está a favor de reducir las horas diarias, pues “redundaría en un mayor rendimiento y eficiencia del trabajador, que en última instancia beneficiaría a la ciudadanía”.
Por ello, le da la bienvenida a todas las medidas que faciliten la conciliación, siempre y cuando vayan aparejadas de un aumento del empleo público. O sea, más recursos humanos para proporcionar un servicio óptimo. “Ahora bien, con revertir lo que nos quitaron en principio sería suficiente”, deja claro Juan José Carral. “Acompañado, eso sí, por la modernización de un sistema administrativo y laboral anticuado, propio del siglo pasado. Eso, junto a la puesta al día tecnológica y a otras cuestiones como la eliminación del papel, es preferente a la semana de cuatro días”.
¿Más colas y esperas en sanidad?
Los sindicatos diferencian entre la atención primaria y la especializada, que requiere una atención de 24 horas al día. En todo caso, más que por reducir los días, abogan por rebajar las horas: una semana de 35 en vez de las 37,5 actuales. “En otros sectores podría ser pertinente, pero en la sanidad pública sería muy complejo, sobre todo por la descapitalización en los ambulatorios. Es decir, los pacientes quieren ver a su médico y a su enfermera de confianza, no a otros”, asegura el sindicalista Fernando Hontangas.
También es preferible que el seguimiento de los enfermos corra a cargo siempre del mismo profesional, continúa el presidente de CSIF Sanidad Madrid, donde se trabajan siete horas diarias, mientras que el tiempo restante se compensa con la atención de otros cupos cuando faltan compañeros. “Si acortas la semana laboral, desvirtúas la atención primaria y provocas que los servicios de urgencias tengan que entrar a currar los jueves por la tarde”.
Hontangas recuerda que el médico debe realizar otras labores, como formarse o reunirse con su equipo, por lo que reducir un día de trabajo le imposibilitaría atender a su cupo de pacientes. Considera que las 35 horas semanales son necesarias para cumplir con su labor, aunque debería acompañarse de un aumento de la plantilla. “No podemos estar supliendo continuamente al colega de baja o de vacaciones, porque en la sanidad no se contratan a otras personas. Es necesario hacerlo, así como abrir más centros de salud y distribuir la población en ratios coherentes”.
Si falta un compañero, insiste, alguien tiene que hacerse cargo de su cupo. “No puedes atender a un paciente en tres minutos. Ni a setenta en siete horas, más las visitas a domicilios y otras tareas como las citadas». En vez de plantear una semana de cuatro días, las Administraciones deberían contratar a más sanitarios, empezando por pediatras y enfermeras, concluye el presidente de CSIF Sanidad Madrid. “ Y, por supuesto, garantizar diez minutos por consulta”.
El investigador de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) Jon Messenger considera que las largas jornadas laborales están asociadas a la fatiga crónica, lo que termina provocando problemas de salud como enfermedades cardiovasculares, desórdenes gastrointestinales y una mayor tasa de mortalidad, como sucede en Japón. La salud mental también se ve perjudicada, como refleja el aumento de los casos de ansiedad, depresión e insomnio, escribe en el estudio Working time and the future of work.
El informe del experto en tiempo y organización laboral muestra que, si el trabajo extenuante se prolonga durante más de tres décadas, aumenta el riesgo de sufrir infartos, artritis, diabetes y algunos tipos de cáncer. Afectaría más a las mujeres que a los hombres, añade Messenger, quien estima necesario que las empresas tuviesen en cuenta la necesidad de conciliar su empleo con familia, lo que beneficiaría a su salud. Si se redujesen estas dolencias, concluye Messenger, habría menos pacientes en los centros de salud, lo que descongestionaría la sanidad, al tiempo que le ahorraría costes.
¿Los viernes sin clase?
Aunque el profesorado considera que se podría impartir el programa con un horario escolar de cuatro días, estima prioritario volver a la jornada laboral de 35 horas, de las cuales 18 serían lectivas. Las cifras varían en función de cada Comunidad Autónoma, pero actualmente en Madrid trabajan 37,5 en secundaria (20 lectivas, que suben a 23 en infantil y primaria). El objetivo, pues, sería reducir las horas y no los días, pues acarrearía un problema añadido: si los padres y madres trabajan, ¿qué harían con sus niños los viernes?
“Habría que adaptar el sistema, y no sólo el de la enseñanza”, razona Antonio Martínez, presidente de CSIF Educación Madrid, quien aboga por establecer la jornada continuada. “Sería más provechoso condensar las clases en horario de mañana. Después de comer se rinde muy poco. Si las últimas horas, previas al almuerzo, resultan más pesadas para los alumnos, imagínate cómo serán las de la tarde”, se queja Martínez.
¿Y tendría sentido reducir un día en la universidad? La Pontificia Católica de Perú, en un artículo que refleja la mayor eficiencia de los trabajadores menos agotados, señala que en un centro estadounidense fue bienvenida porque los alumnos podían dedicar esa jornada libre al voluntariado, a su vida social o a trabajar para obtener ingresos económicos. Sin embargo, planteaba que la competitividad en la investigación y la publicación de artículos podría suponer un obstáculo, dado que si alguien trabajase el viernes podría tener ventaja sobre otros investigadores.
“Claro que cabría esa posibilidad”, apunta Antonio Martínez, aunque insiste en que la semana de cuatro días no es un tema prioritario en ningún nivel educativo, ni siquiera en el universitario, aunque ha habido ejemplos de facultades que puntualmente han concentrado las clases. “Incluso podría provocar más perjuicios que beneficios. La prioridad en España es reducir las horas de trabajo y lectivas, en la actualidad por encima de las que se hacen en Europa”, concluye el presidente de CSIF Educación Madrid, quien emplaza a los partidos políticos “a sentarse para firmar un pacto que mejore la educación”.
¿Una solución a la automatización?
La automatización del trabajo —así como las nuevas tecnologías, la robotización, etcétera— podría provocar más desempleo. Hay teóricos de diverso signo que plantean que reducir las horas y los días de trabajo posibilitaría un reparto del empleo y una reducción del paro, aunque habría que ver si los salarios seguirían siendo iguales. Gerardo Cuerva, presidente de la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa (CEPYME), contextualiza el sistema de transferencia de las tareas de producción de los humanos a las máquinas.
“Estamos inmersos en un proceso intenso a nivel mundial de cambios con hondas repercusiones en la economía, en el trabajo y en la sociedad. La digitalización y la tecnología suponen un desafío para las pequeñas y medianas empresas, pero también suponen una oportunidad que requiere un cambio de mentalidad dentro de las pymes y un espacio para que desarrollen nuevos productos, servicios y modelos de negocio”, explica este ingeniero industrial, quien desempeña su labor en el sector energético.
“No compartimos la opinión de que las nuevas tecnologías y la robotización puedan provocar más paro, sino que cambiarán los empleos. En algunos sectores se impondrá la automatización, pero se generarán nuevos nichos de negocio y oficios nuevos que, en muchos casos, todavía hoy desconocemos”, afirma el presidente de CEPYME. “En ese escenario, el papel de la educación y la formación será estratégico para garantizar la adquisición de habilidades en digitalización para el conjunto de trabajadores y empresarios”.
José Luis Casero, presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios en España (ARHOE), considera que la robotización y las nuevas tecnologías son “imparables”, signo de la evolución de los tiempos. “Tendremos que instaurar un nuevo modelo socioeconómico, que podría pasar incluso por un impuesto al trabajo del robot, de modo que haya un retorno a los servicios públicos”.
Ante la amenaza del paro o unos salarios más bajos, el estudio de Autonomy aboga por invertir el tiempo para que los trabajadores puedan formarse y reciclarse, de modo que se aproveche la automatización para que los empleados tengan una jornada laboral más corta. Una mano de obra altamente cualificada redundará, según el estudio del think tank británico, en una semana más breve y en una economía más productiva.
UGT también planteó los cuatro días, manteniendo las ocho horas de trabajo diarias —hasta completar las 32 semanales— y el salario. De este modo, el empleado curraría menos del 40% de su vida biológica. Una forma de reducir el impacto de las nuevas tecnologías y la automatización, que destruirían entre uno y seis millones de empleos en la próxima década, según sus cálculos.
Su estudio Impacto de la automatización en el empleo en España recomienda, entre otras medidas, “promocionar el empleo en aquellos sectores que se beneficiarían de la reducción de jornada, como el sector sanitario, el ocio o la ecología”. Para amortiguar los efectos de la robotización, plantea la creación de impuestos asociados a las nuevas tecnologías, una forma de repartir los beneficios empresariales “de manera más justa”. Los que se vean igualmente centrifugados del mercado laboral contarían con “nuevos sistemas de rentas”.
Aunque en su día muchos se llevaron las manos a la cabeza por la propuesta de Podemos de una renta básica universal para los desempleados, algunos economistas neoliberales pasaron a defenderla tras tener en cuenta los efectos de la automatización. No sólo por la evidencia de que aumentaría la cola en las oficinas del paro, sino también porque el consumo se resentiría con las masas de ciudadanos sin trabajo… ni dinero para consumir, lo que en última instancia reduciría los beneficios de las empresas.
¿Menos contaminación y más ahorro energético?
Reducir la semana laboral a cuatro días sería una respuesta ante el cambio climático, cree Javier Andaluz, portavoz de Ecologistas en Acción, quien matiza que la medida debería ir acompañada por muchas otras, “que abarcarían los planos social, cultural y económico”. Conocedor de las dificultades para ponerla en práctica en ciertos sectores, aboga por un cambio radical en el modo de vida, la única forma según él de frenar la destrucción del medioambiente. Los cuatro días serían un paso más de una larga carrera.
Javier Andaluz es consciente de que ese día libre sería ocupado por otro empleado, de modo que una determinada fábrica seguiría produciendo, igual que sucede hoy en muchas empresas con los turnos. Otras sólo paran un par de veces al año para efectuar labores de mantenimiento. Si la semana laboral de cuatro días se cumpliese realmente en empresas dependientes de sectores energéticos (siderúrgicas, cementeras, metalúrgicas…), se reducirían las emisiones contaminantes, pero estamos lejos de verlo.
“Por su modelo de negocio o porque buscan una gran producción, la actividad de muchas compañías es constante, pero eso no resulta compatible con la lucha contra el cambio climático, que llevará a un colapso social, económico y energético. Por ello, quien actualmente no tenga la posibilidad de parar su frenética actividad debería plantearse si su modelo es viable respecto a la electricidad y los recursos que consume, así como su repercusión en el planeta”, reflexiona el responsable de Clima y Energía de Ecologistas en Acción.
Con una semana laboral de cuatro días, el ahorro energético en algunas empresas, en cambio, no sería tan relevante, pues el consumo se desplazaría a los hogares. Dado que el trabajador se queda en casa, pondría la lavadora o el lavavajillas, encendería la calefacción o el aire acondicionado, etcétera. El impacto no sería importante, aunque según Andaluz se ahorraría en transporte y movilidad, que según él genera el 25% de las emisiones contaminantes.
Según el estudio The Shorter Working Week: A Radical And Pragmatic Proposal, elaborado por el laboratorio de ideas Autonomy, “hay sólidos indicios de que de que reducir la semana laboral puede ayudar a reducir la contaminación del aire”. Antonio Martínez, presidente de CSIF Educación Madrid, también cree que la jornada intensiva evitaría costes en electricidad, así como en profesorado y personal no docente.
El problema es que ese empleado que libra sería reemplazado, en muchas ocasiones, por otro, quien sí cogería el coche para ir a la oficina o a la fábrica. El tráfico podría disminuir en ciertos centro de trabajo, como las ciudades-empresa, según el portavoz de Ecologistas en Acción, quien reclama medios de transporte colectivo para reducir la circulación hacia las sedes centrales de grandes compañías como Telefónica, Santander, Endesa o Iberdrola.
Otro inconveniente de no trabajar el viernes, desde el punto de vista de la contaminación causada por el tráfico, sería que esas personas podrían desplazarse por la ciudad y su periferia para disfrutar del tiempo libre. “Ese modelo de ocio de centro comercial, al que se va casi siempre en coche, hay que frenarlo porque es devorador para el cambio climático”, advierte Andaluz.
Luego están las escapadas nacionales e internacionales, tanto en automóvil como en avión, que podrían aumentar si hubiese fines de semana de tres días. “Es posible, pero hoy lo que limita esos viajes de placer es más la pérdida de capacidad adquisitiva que el tiempo libre”, cree Andaluz. En ese sentido, el laboratorio de ideas británico Autonomy argumenta que un enfoque más universal de la reducción de las horas de trabajo sería la mejor forma de prevenir un “nuevo dualismo” entre quienes pueden permitirse disfrutar del tiempo libre y quienes no.
“Sea como fuere, el modelo de turismo actual es incompatible con el futuro del planeta. Y, si se diese el hipotético caso, sería un efecto anecdótico que habría que controlar”, añade el portavoz de Ecologistas en Acción. Al margen de los viajes largos o en avión, ¿le vendría bien a la España vacía y a muchas localidades ese turismo de fin de semana? ¿Podría servir no sólo para recibir visitantes, sino también para fijar población?
“No lo vería desde una óptica turística, sino como una forma de luchar contra el envejecimiento”, opina Javier Andaluz. “Los hijos del pueblo podrían regresar con mayor frecuencia para compartir el tiempo con su familia e incluso para establecerse allí, gracias al teletrabajo y a internet”, concluye el responsable de Clima y Energía de la ONG, cuyas respuestas pasan por la perspectiva de frenar el cambio climático a toda costa.
Queremos conciliar, pero…
Autónomos y mujeres son los grandes perjudicados por las largas horas de trabajo y la imposibilidad de dedicarle el tiempo necesario a la familia y los cuidados. Un informe de ATA subraya que “la alta dedicación al negocio dificulta la conciliación de la vida laboral y personal de los trabajadores por cuenta ajena”. Uno de cada dos encuestados entre 30 y 55 años puede hacerlo. Los jóvenes lo tienen peor: sólo está al alcance de uno de cada cinco.
El principal motivo por el que no pueden conciliar, según el informe de Federación Nacional de Trabajadores Autónomos, es el exceso de trabajo y la dedicación que exige su negocio. La mitad de los afectados no puede dejar de trabajar a las horas que quisiera, mientras que uno de cada tres tienen un horario incompatible para hacerlo.
¿Cuáles son sus prioridades? El cuidado de hijos (60%) y de otras personas (18%), para lo que precisarían varias horas, si bien ocho de cada diez carecen de ese tiempo, con el desgaste físico y mental que supone. “Los autónomos quieren tener la posibilidad de descansar y de conciliar”, afirma en el estudio el presidente de ATA, Lorenzo Amor, quien subraya que apenas el 5% del colectivo querría tener más horas libres para disfrutar del ocio. “Que un autónomo pueda cogerse una baja sin temer por su sustento es fundamental. Debemos seguir trabajando para conquistar derechos sociales”, añade.
Las mujeres que trabajan por cuenta propia son las más perjudicadas. Un 84% necesita conciliar para cuidar de terceros. Además de no tener tiempo para hacerlo, cuando se encuentran mal tampoco pueden dejar de trabajar. Así, el 88% de los autónomos que trabajaron enfermos fueron mujeres, una cifra que baja hasta el 64% en el caso de los hombres, según el apartado del informe de ATA dedicado a las bajas laborales.
Gerardo Cuerva, quien reconduce el asunto a los trabajadores por cuenta ajena, considera importantes las políticas de conciliación, aunque matiza que “a menudo se incurre en el error de considerar que la conciliación ha de bascular exclusivamente sobre las empresas”. Sin embargo, según el responsable de CEPYME, no todas son iguales o tienen las mismas capacidades de asumir retos de conciliación, “que, no olvidemos, frecuentemente suponen costes adicionales o tensiones internas”.
El presidente de la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa resalta que “no todas disponen de los mismos márgenes organizativos y, en este sentido, no son comparables las posibilidades que puede tener una de gran tamaño frente a una pequeña, que no cuenta con los mismos recursos para hacer frente a las distintas situaciones de conciliación”.
José Luis Casero, responsable de ARHOE, la sitúa en un primer plano. “La conciliación debería figurar en pacto social como tema principal, pero sin pensar en los sindicatos como los buenos y en los empresarios como los malos”, añade el presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios en España.
“De hecho, la conciliación es productiva, porque los empleados van a estar más felices y trabajarán más, con la mejora consecuente de la cuenta de resultados”, cree Casero, quien subraya que ésta genera riqueza y empleo.
Trabajar con perspectiva de género
La opinión de Bibiana Medialdea, profesora en la Facultad de Económicas de la Universidad Complutense, sobre la semana de cuatro días es negativa, porque la ve muy problemática. “Tenemos problemas gravísimos en la calidad de vida y en los cuidados, que lastran a las mujeres y repercuten en su dependencia y desigualdad financiera”, contextualiza la especialista en discriminación laboral. “Debería reducirse la jornada laboral diaria, algo que resultaría imposible si sólo se trabajase de lunes a viernes”, añade Medialdea, quien preferiría currar cuatro jornadas en vez de cinco, si no fuese porque la considera una pregunta trampa.
“Sólo tenemos una forma de avanzar en igualdad: rebajar las horas diarias, porque concentrarlas en cuatro días no soluciona los problemas de falta de sueño, de conciliación o de quienes sólo viven para trabajar”, reflexiona la economista, quien considera que la medida profundizaría en el modelo de vida actual: “Trabajo cuatro días sin parar, dejando los niños a cargo de otros y la casa por arreglar, y luego me muero…”.
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