18 Abr No, las mascarillas aún no se van del trabajo: ¿Qué va a pasar a partir de este miércoles?
El próximo 20 de abril se levantará la obligatoriedad de utilizar mascarilla en interiores. El Gobierno considera que ya no es necesaria para controlar la pandemia y la ministra de Sanidad, Carolina Darias, adelantó hace unas semanas que «gracias al altísimo nivel de inmunización que tiene la población, nuestra situación epidemiológica está en un contexto favorable». Sin embargo, esto no quiere decir que este sistema de protección vaya a desaparecer por completo.
En realidad, la medida de suprimir la mascarilla en interiores primero deberá ser aprobada en el Consejo de Ministros del día 19 y después aparecer reflejada en el Boletín Oficial del Estado del día posterior. Son, se presume, trámites que explican este desfase entre el anuncio y la entrada en vigor. Una vez que ocurra, serán las empresas las que decidan qué quieren hacer con la mascarilla en el interior de sus edificios. En concreto, lo hará el departamento de riesgos laborales.
También habrá una serie de excepciones, según indica el propio Ministerio de Sanidad: se mantienen en los centros asistenciales (para trabajadores, visitantes y personas ingresadas, pero estas últimas únicamente en espacios comunes), centros sociosanitarios y en los medios de transporte.
Fuera de estos casos, se impondrá el criterio de cada compañía. Pero tendrá que tener uno a la hora de tomar cualquier decisión sobre las mascarillas. Y dependerá, en cualquier caso, de lo que indique el BOE y lo que aporte Sanidad, «que es el que ha venido marcando las pautas y los criterios para intervenir en las empresas desde el punto de vista de la prevención de riesgos laborales», recuerda José de las Morenas, coordinador de la secretaría de salud laboral de UGT.
«Entendemos que ese documento recogerá y pondrá encima de la mesa criterios para la utilización o no de la mascarilla en función de que los servicios de prevención propios, ajenos o mancomunados estimen y valoren el riesgo en función de la exposición de los trabajadores, de la situación o del trabajo físico, de que haya una ventilación adecuada o no, de que haya una renovación a través de filtros u otra consideración de elementos que puedan garantizar la salubridad», continúa de las Morenas.
Es decir, se trata de buscar, como hasta ahora, la forma de convivir con un virus que continúa muy presente, pero, al mismo tiempo, hacerlo desde una nueva realidad en la que los índices de vacunación han reducido el riesgo.
Por lo tanto, cada empresa deberá tener «un criterio técnico basado en una evaluación de riesgo» y será también «responsable de adoptar las medidas oportunas». En base a esta evaluación se darán excepciones, especialmente en aquellos lugares de trabajo con escasa ventilación o en los que sea imposible mantener las distancias de seguridad. «Entendemos que la mascarilla se deberá mantener en función de esa evaluación de riesgos, no un criterio caprichoso de ‘todo el mundo se la pone porque sí’, sino con un criterio técnico que valore y exponga todas aquellas circunstancias que se pueden dar en un centro de trabajo».
En este sentido, de las Morenas también recuerda que no debería ocurrir lo contrario en aquellas compañías que puedan cumplir con las medidas sanitarias necesarias para eliminar el uso de las mascarillas y prefieran mantenerlas por cuestiones de imagen cuando esto pueda suponer un peligro para los trabajadores. Un ejemplo serían las firmas que se dedican al catering en exteriores.
«No se trata de una cuestión de estética ni de ética: hablamos de prevención de riesgos laborales y de prevenir contagios que puedan dar lugar a focos en el marco laboral o en el marco de la actividad sociales», sentencia. «Hay trabajadores que están expuestos a una presencia de público (en una boda o un evento) y lo que hay que garantizar es la protección colectiva de aquellos que asisten, así como la protección individual de cada uno de los trabajadores que están expuestos», continúa.
«Creo que es igual de peligroso la utilización inadecuada por exceso que por defecto«, expone el coordinador de UGT. «Si hablamos de exposición al calor con las olas que pueden venir, muchas veces hay que tener esa consideración para evaluar el gasto metabólico y el ritmo de trabajo que tienen estos trabajadores y que evidentemente se puede ver afectado por un elemento protector como son las mascarillas«, recuerda.
Así, en el caso de que, tras esa evaluación, la empresa decida mantener las mascarillas, el empleado deberá respetar y acatar la decisión. Si la compañía decide eliminarlas, el trabajador sí podrá acudir con una FFP2 si así lo desea. «La responsabilidad es empresarial y bajo ese criterio entiendo que hay que hacer una llamada a la responsabilidad individual y colectiva de todos, empresarios y trabajadores, para que esto no sea un problema y se convierta en un foco de contagio como lo ha sido en determinadas fases», detalla. En su opinión, «hay que hacer un llamamiento a ese sentido común, a la sensatez y a un uso racional, adecuado y correcto en función del riesgo».
BUENA RECEPCIÓN
A pocos días de que se levante la restricción de la mascarilla en interiores, las sensaciones en el tejido empresarial son buenas y la medida se considera positivo. «El fin de las restricciones en general está generando buenas perspectivas en las empresas«, apunta Cepyme. «En particular, la eliminación de esta restricción anima a que la activación en ciertas actividades que se realizaban en interiores, en especial en el sector servicios, logren que su recuperación se pueda culminar y llevar a cabo».
De todos modos, este optimismo no debería llevar a una relajación absoluta de las medidas. La organización prevé que las empresas mantengan las recomendaciones de salud pública e higiene que ya se habían adaptado «hasta que hayamos superado totalmente esta situación». «Las empresas son las primeras conscientes de las alteraciones que supone la incidencia del virus y el impacto de una nueva ola», arguye Cepyme. En este aspecto coinciden con la cautela que pide de las Morenas: «Es una cuestión de evaluación; no tiene que ser un criterio o un capricho de la empresa en el marco de un ahorro. Se trata de proteger la salud: si protegemos la salud protegeremos la economía y la actividad en este país».
Fuente: Guillermo del Palacio, EL MUNDO
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